DUELOS Y TRANSFORMACIONES

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DUELOS Y TRANSFORMACIONES

Autoras: Lic. Cecilia de Rosas – Lic. Isabel Valla de Domenech

Lic. Cecilia de Rosas   Lic. Isabel Valla de Domenech

 

Comenzaremos con un cuento de Borges denominado “El Espejo y la máscara”, que al modo de un sueño, nos presta imágenes e ideas para pensar nuestro tema: los duelos y sus transformaciones.

El relato del cuento:

Un rey le solicitó a un poeta que expresara a través de las palabras las proezas que caracterizaban a su reinado. De lograrse la empresa encomendada, el beneficio sería para los dos y ambos podrían ser famosos y convertirse en inmortales.

El poeta aceptó respaldando su afirmación con un largo  recuento de todos los conocimientos de su profesión atesorados en la memoria. Cumplido el tiempo otorgado, al cabo de un año, presentó su amplia y extensa producción. Esta fue seguida con la aprobación del rey, gesto que fue imitado aún por aquellos que no entendían lo que escuchaban. El rey aceptando la labor del poeta le dice: “…No hay en toda la loa una sola imagen que no hayan usado los clásicos…Todo está bien y sin embargo nada ha pasado. En los pulsos no corre más a prisa la sangre…”  A la espera de otra loa le da como obsequio al poeta un espejo de plata Luego de ese plazo volvió el poeta y expuso su producción. Esta era más reducida en volumen. No la dijo de memoria, necesitó leerla, omitió pasajes como si no los entendiera o no los quisiera profanar. Su escritura era extraña, un sustantivo singular podía seguir a un verbo plural, las proporciones eran ajenas a las comunes, la aspereza alternaba con la dulzura, las metáforas eran arbitrarias.

El rey le manifiesta al poeta acerca de su nueva obra  que “no era una descripción de la batalla, era la batalla misma”, que era maravillosa, digna de los más entendidos y que aniquilaba a la obra anterior, sin embargo ambicionaba del poeta una obra más elevada. A la par que le  dice esto, le ofrece una máscara de oro.

Al año siguiente, cuando vuelve el poeta parecía otro, sus rasgos se habían transformado. Pidió hablar con el rey a solas, no se atrevía a repetir su oda, y cuando ayudado por el rey la expresa, lo hace como si fuera un secreto, no podía enunciarla en voz alta. Esta vez era solo una línea, ambos empalidecieron. El rey quedó maravillado e interrogó al poeta si era producto de alguna hechicería. Este le contesto…” me recordé  diciendo unas palabras que al principio no comprendí. Esas palabras son un poema. Sentí que había cometido un pecado…” El Rey le contesta: “….El de haber conocido la Belleza, que es un don vedado a los hombres. Ahora nos toca expiarlo…” ( pag 85-86). Le entrega allí el tercer regalo: una daga. Con ella el poeta se dio muerte a la  salida del palacio y el rey se convirtió en un mendigo recorriendo aquellas tierras que habían sido su reino sin haber repetido nunca el poema.

 

 

Algunas reflexiones:

Este relato puede ayudarnos a pensar lo que ocurre en el seno de un vínculo, cuando se quiere expresar, a través de un relato, la realidad de todo aquello vivido. La escena, en el caso del cuento, transcurre entre el rey y el poeta. Pero también puede ser como aquello que se da en un diálogo analítico,  o bien en un diálogo interno entre distintos personajes que habitan nuestra mente.

En el cuento, en un comienzo, predomina un relato extenso que, al modo de un espejo, da cuenta de la realidad tal cual es presentada. Aquello percibido sensorialmente se transmite con lujo de detalles. Las palabras y el conocimiento intentan reflejar de una manera totalizante la superficie a la que aluden, quizás tratando de obtener  fama y  reconocimiento. Es un relato literal que excluye la fantasía, la imaginación, el sentir. La corte con sus gestos, que imitan la comprensión del rey, también muestra este movimiento en espejo. Es una reproducción fiel de las palabras y manifestaciones de otro a quien se le atribuye superioridad, pero de una manera superficial, como la imagen de un espejo, sin contenidos propios internos que la respalden.

Luego, en la segunda oda del poeta no se describen las batallas, sino que “aparecen las batallas mismas”. Quizás por eso  es a través de la máscara  que, como en el teatro, se dramatiza el sentir y la representación de lo sentido por distintos personajes. En esta oda, a medida que se profundiza, el relato pierde claridad, hasta que por fin cuando se refiere a aquellas vivencias más íntimas se da la ruptura del código. Ya no hay más palabras y el poeta desaparece, no hay nada  más que pueda decir.

Vemos que cada oda es reconocida por el rey a través de un regalo. Son tres obsequios: el espejo, la máscara y la daga. Cada uno de ellos representa y sintetiza de alguna manera la tarea realizada. Funciona como un modelo, nomina y brinda un ideograma, actúa como un continente que incluye los contenidos diversos desplegados por  el poeta en sus construcciones.

De un relato generalmente fluido en un comienzo, que da cuenta de aquello percibido sensorialmente (el espejo), aparece luego la máscara que  ayuda a escenificar la turbulencia emocional que se juega en el mismo encuentro. De un modo semejante, en un análisis, a través de la trasferencia, es posible volcar el sentir en el vínculo analítico, que se convierte en el escenario en donde se despliega la intimidad del propio sentir. En la transferencia se reeditan los vínculos primarios que pertenecen a otro tiempo, como una forma de evitar el duelo y negar el examen de realidad. El analista se convierte en  un espejo que refleja ese tiempo. Las vivencias pasadas mantienen su efecto solamente por el carácter ilusorio. Luego, con el transcurso del análisis, lo desplegado en la transferencia es ubicado en su situación original, y se desenmascara el carácter virtual de la misma, el analista es reconocido como tal, desligado de la relación transferida.  Se establece una conexión con la persona real del analista, se da una reubicación espacio temporal. Es a partir de ahí que se establece el duelo, cuando el analista le devuelve al paciente, al decir del cuento, la máscara, que le permite desplegar aquellos momentos vividos con un objeto, pero éste ya no existe como tal y tampoco puede ser sustituido. Aquí comienza el duelo por el objeto primitivo,  el objeto actual ya no sirve como su representación. Estos pasos son esenciales para  reconocer la pérdida y tomar contacto con la persona real detrás de la máscara que lo representa.

La daga podría  simbolizar haber llegado  a este punto en donde es necesario conocer que la figura transferencial es un espejismo destinado a desaparecer. Ocurre un cambio catastrófico, lo anterior debe desarticularse y caer para dar cabida a algo nuevo.

Esta obra, nos muestra que el lenguaje es insuficiente cuando nos confrontamos con emociones y sensaciones. Algunas de ellas, son tan primitivas que   aún no tienen palabras, serían las protoemociones y los protopensamientos, que pueden llegar a convertirse en emociones y pensamientos a partir de la función revèrie. A medida que se profundiza en los laberintos de la mente, la dificultad de mantener la coherencia del lenguaje aumenta. Aparece un límite en el lenguaje verbal, su verbalización va acompañada con expresiones corporales y gestos que dan cuenta de la conmoción, como indicando la posible presencia de pensamientos que llaman en busca de un pensador.

El poder hacer el pasaje de una oda a la otra implica tolerar un margen de desconocimiento. Esto nos ayuda a darnos cuenta que lo que comprendemos en un momento incluye aquello que aún no puede ser comprendido. Así como cada oda requiere un tiempo para ser escrita, habla de un tiempo de latencia, un tiempo de pasaje entre una y otra. Tiempo necesario para la elaboración.

El encuentro con lo conocido y desconocido que se dan en forma conjunta, es el motor del análisis. Requiere de la capacidad negativa del analista, es decir de su tolerancia para permanecer en la duda y en la incertidumbre, sin cerrar rápidamente con una aseveración o una respuesta, dando lugar a que el paciente pueda abrirse para investigar en su mundo interno y así nutrirse con la verdad y el conocimiento de sí mismo y que al modo del poeta  pueda renovarse con nuevos poemas. Movimiento que implica una pérdida de la omnipotencia, y la omnisciencia. Como nos dice A. Ferro, citando a Bion:”el analista debe resistir cada tentativa de aferrarse a lo que sabe, con el fin de realizar un estado mental análogo al de la posición esquizoparanoide”, haciendo referencia a la necesidad de ser capaz de tolerar la dispersión y las emociones concomitantes a la misma.

Desplegado en un relato como en el cuento, parece que esto transcurriera en un desarrollo lineal, a lo largo del tiempo; sin embargo es un inter juego dinámico, coexistiendo en realidad los tres niveles simbolizados por las odas, dando cuenta de  modos de funcionamientos mental, pudiendo prevalecer algunos de ellos en la superficie.

Creemos que este proceso también puede ser extensivo al  aprendizaje para devenir analistas en un contexto institucional. Abarca todo un proceso de maduración, que va desde un comienzo en el que es necesario el estudio en profundidad de las teorías, al modelo de la primera oda. Implica un trabajo profundo y meticuloso de acercamiento e incorporación de  aquello descubierto por los grandes maestros, pero requiere  a posteriori una transformación de las mismas bajo una lectura propia, un modo particular,  el mejor posible para cada uno.

Cada etapa implica duelos, que en sus movimientos de cierre y de apertura, nos permite  reconocernos como mendigos en la búsqueda de la posibilidad de pensar. Pero además es importante comprender que si bien es necesario conocer las teorías y las palabras ya dichas, ellas por sí mismas no bastan,  carecen de valor si no se pueden integrar a la propia experiencia. Es el contacto con la propia verdad la que nos posibilita tanto permanecer en el grupo y al mismo tiempo tener una mente separada.

En muchos momentos, es inevitable que la búsqueda transite por las penumbras, por aquello que no queda claro, por el camino de la incertidumbre. Sin embargo es la pérdida de  lo ya conocido la que puede abrir el espacio para nuevas preguntas, nuevas dudas, y reconocer “emotivamente” la inmensidad de lo que aún no sabemos…” (Antonino Ferro pag 115).

Toda situación de cambio moviliza fuertes emociones, a veces de índole contraria, ya que junto al dolor por lo que se pierde se pone en evidencia la disponibilidad de cada persona para encontrarse con lo nuevo que puede surgir y su capacidad para metabolizar todas estas emociones con las que se encuentra en este torbellino de cambios. Requiere también  aceptar que hay un borde donde no se puede ir más allá, pero es esta confrontación con el  límite la que habilita para incursionar en otros ámbitos, y posibilita otras búsquedas. Visto de esta manera se presenta como paradojal, ya que es la pobreza, la renuncia a la creencia de la posesión del conocimiento, la que permite enriquecerse.

Es la capacidad de soñar, en la intimidad o junto con otros, de mantener en el área de la fantasía todas estas emociones intensas y aún por momentos contradictorias, y poder jugar con ellas, en lugar de actuarlas, la que facilita la capacidad de elaborar los cambios. Mientras más cuente un sujeto con una mente con capacidad de revèrie, es decir de contener, y digerir sentimientos que aún no hayan podido ser pensados, se encuentra en mejores condiciones para atravesar las vicisitudes de la vida.

El dolor por lo planificado que se rompe, la irrupción de eventos imprevistos suelen generar también dolor por la ruptura de los conocimientos previos, de los valores con los que solía manejarse hasta ese momento. Cada analista suele encontrarse con todos estos sentimientos no sólo por los hechos de su vida, sino en el  encuentro con hechos de la vida de cada paciente que nos enfrenta a lo desconocido, a la posibilidad de captar lo nuevo  que aparece en la sesión, a encontrar lo inédito en cada sueño.

 

Posibilidad de otro punto de partida

Según Antonino Ferro, el análisis permite explicitar los dramas en narraciones posibles y concluye cuando es posible tejer internamente este relato, con la “introyección del narrador”.

Para mantener el psicoanálisis vivo es necesario ser capaz de tolerar lo efímero de nuestras vidas dentro de las instituciones para aceptar que también fuimos parte de ellas durante un período, que hubieron varios analistas y cosmovisiones que nos antecedieron y un sin número de ideas futuras de las que no podremos ser parte, admitir ubicarnos en la posición de mendigos para que otros ocupen el lugar.

La mente es como un universo en expansión y está en su esencia la capacidad de evolucionar constantemente. Esta evolución puede ser hacia el crecimiento o hacia el deterioro. Estos conceptos nos estimulan a formas nuevas y abiertas de pensar el psicoanálisis y a colocar a nuestra mente en un estado de descubrimiento. Es esta capacidad la que de alguna manera se desarrolla en el turbulento camino de devenirse psicoanalista. Y es el análisis una de las alternativas que puede facilitar esta actividad transformadora de la mente en el seno de un vínculo, que a su vez, implica transitar por diversos duelos. Pudiendo tolerar a la vez, que hay experiencias emocionales que no podrán encontrar las palabras que puedan dar cuenta de ellas en su totalidad, como es en la jornada que nos convoca, la pérdida de un querido colega.

 

 

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