PREJUICIOS PSICOANALÍTICOS

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PREJUICIOS PSICOANALÍTICOS

PREJUICIOS PSICOANALÍTICOS

– Rubén Zukerfeld A Mauricio Chevnik

Introducción: ¿movimiento o disciplina?

Como usted sabe, en mi trabajo he sacrificado, sin el
menor reparo y tanto como he podido, la unidad, la
integridad y el sentimiento de satisfacción intelectual
exclusivamente por la seguridad.

Sigmund Freud.
Carta a Lou Andreas Salomé del 7 de octubre de 1917

En 1999 Richard Webster escribe un libro (Por qué Freud estaba equivocado. Pecado, ciencia y psicoanálisis, Ediciones Destino, Buenos Aires, 2002) donde dedica toda su argumentación a demostrar en Freud mesianismo y actitud adoctrinadora. De este modo cuestiona no solo ciertas teorizaciones sino la forma de caracterizar sus descubrimientos clínicos. La lectura cuidadosa de sus argumentos permite descubrir que la “equivocación” freudiana está siempre asociada a una supuesta infiltración religiosa nada menos que en el autor del Porvenir de una Ilusión. Sin embargo esta contradicción se explica cuando se percibe que Webster critica al Freud fundador de lo que se llama movimiento psicoanalítico y tiene que reconocer su diferencia con el Freud preocupado por la construcción de una disciplina científica. Así es que estudia y caracteriza el nacimiento del psicoanálisis en relación con el “[…] ascenso académico de Freud, acompañado por la formación a su alrededor de un reducido círculo de devotos discípulos que reforzó aquella fe suya, durante tanto tiempo mantenida, no sólo en haber hecho un descubrimiento que estaba llamado a redimir al mundo sino en estar en posesión de unas verdades que, así se lo dictaba su deber, debía ahora propagar con sumo celo” (pag.295) Pero por otro lado Webster también afirma que “[…] sin duda parte de la información reunida por Freud resulta de un interés científico genuino” (pag.279)
Cuando hoy en día nos preguntamos sobre la clínica psicoanalítica en nuestro ámbito en estos últimos cuarenta años, es importante delimitar estos dos aspectos que suelen estar muy intrincados en el estudio y desarrollo de la clínica psicoanalítica. De hecho cualquier dato clínico puede ser evaluado con la mirada propia de la curiosidad científica o la de la confirmación religiosa.. Esta última posibilidad que se encuentra presente en mayor o menor medida en toda intervención –lo cual es natural- pero que se infiltra insidiosamente en las teorizaciones, se convierte en un problema importante para el desarrollo teórico y clínico del psicoanálisis actual. Se trata –a nuestro modo de ver- de una modalidad procustiana propia de una actitud en realidad prejuiciosa frente al observable clínico. Es por eso que el objetivo de este trabajo es valorar la evolución de la clínica psicoanalítica en estos últimos cuarenta años teniendo en cuenta los prejuicios que pueden existir en la mente del analista configurando una subjetividad perturbadora de su práctica y constituyendo una debilidad para el desarrollo de la disciplina.

1 Prejuicios y psicoanálisis

1.1 Ricardo Bernardi (1993) señala agudamente la existencia de “[…] un campo oscuro cuyo estudio está abierto, que tiene que ver con los supuestos implícitos que influyen en la forma como el analista se representa el proceso terapéutico” y “[…] que no coincide exactamente con la contratransferencia” ya que “[…] estos supuestos existen antes de que llegue el paciente […] tocan aspectos que tienen que ver con su propio proceso de formación, sus amores y odios inconscientes […] sus figuras de autoridad , todos sus conflictos internos con la comunidad analítica” (la cursiva es nuestra).
Creemos que este autor se refiere a la noción de prejuicio que el diccionario define como: “Juicio que se tiene formado sobre una cosa antes de conocerla. Generalmente tiene sentido peyorativo significando ideas preconcebidas que desvían del juicio exacto. Idea rutinaria sobre la conveniencia o inconveniencia de las acciones desde el punto de vista social, que cohibe el obrar con libertad.” (Maria Moliner, Diccionario de Uso del español, Gredos, 2nda Edición, Madrid, 1998). Y también como: “Creencia u opinión preconcebida. Idea rutinaria acerca del comportamiento impuesta por la educación o el medio.” (Manuel Seco, Olimpia Andrés, Gabino Ramos, Diccionario del Español Actual, Editorial Aguilar, Madrid, 1999) Obsérvese que las definiciones académicas se refieren a dos tipos de cuestiones: las tradicionales que aluden a lo que se formula antes de ser conocido, y por otro lado a las “ideas rutinarias” que traen consecuencias en limitar la libertad de acción
1.2 La definición de psicoanálisis de mayor peso académico y ortodoxia es la que da Freud en los artículos para la Enciclopedia (1922-3) que es la que utiliza Laplanche y Pontalis y los Estatutos de la Asociación Psicoanalítica Internacional
Psicoanálisis es -de acuerdo a su fundador y a la organización que fundó- el nombre no de una sino de tres cosas :1) un método para la investigación de procesos mentales prácticamente inaccesibles de otro modo 2) un método basado en esta investigación para el tratamiento de los trastornos neuróticos 3) una serie de concepciones psicológicas adquiridas por este medio y que en conjunto van en aumento para formar progresivamente una nueva disciplina científica (las cursivas son nuestras).
Es de observar que esta es una triple definición que abarca niveles diferenciables pero no jerárquicos: esto significa que es posible investigar psicoanalíticamente, tratar psicoanalíticamente y sistematizar los conocimientos obtenidos y en los tres casos se practica el psicoanálisis.

2. Los tres psicoanálisis ortodoxos

2.1 El método nuevo de investigación creado por Freud que llamaremos psicoanálisis I ha sido usado en la clínica y en diversas áreas del quehacer humano y sus producciones culturales. Como método de exploración de fenómenos inconscientes implica realizar una experiencia introspectiva o de observación de ciertas producciones de acuerdo a ciertas reglas. Es comparable a otros métodos que tienen el mismo objeto de estudio, es decir aquellos “procesos inaccesibles”.
2.2 La psicoterapia psicoanalítica (es decir psicoanálisis que llamaremos II) es un conjunto de procedimientos que se desarrollan dentro de un vínculo formalizado (encuadre) donde –como mínimo- uno de sus integrantes tiene en cuenta las nociones de inconsciente, campo transferencial e historia subjetiva, y realiza intervenciones de distintas características cuyo objetivo es brindar ayuda al padecimiento de cualquier origen del otro integrante o paciente.
2.3 Los datos obtenidos a partir de una cierta cantidad de experiencia proporcionada por el psicoanálisis I y el psicoanálisis II , ordenados y contrastados de acuerdo a la lógica del método científico, constituyen una disciplina considerada habitualmente a mitad de camino entre las ciencias sociales y las naturales que llamaremos psicoanálisis III. Cuando por lo general se afirma algo “desde el punto de vista psicoanalítico” se alude a una explicación que utiliza categorías desarrolladas de acuerdo a la tercera definición de psicoanálisis
2.4 De todos modos lo que interesa aquí es realizar algunas reflexiones sobre lo que habitualmente se entiende como “clínica psicoanalitica”, es decir todo lo relacionado con las vicisitudes propias del psicoanálisis II o sea la psicoterapia psicoanalítica. Se trata entonces de estudiar lo que sucede cuando alguien que padece algo realiza una consulta y aspira a aliviarse o curarse de aquel padecimiento. Este psicoanálisis es entonces el que constituye una terapéutica con sus indicaciones, contraindicaciones, estrategias y distintos procesos. Es sabido como se ha desarrollado la psicoterapia psicoanalítica en los últimos cuarenta años de ser solo un tratamiento nuevo para neuróticos adultos, a serlo para niños, parejas, familias, grupos y para casi toda condición patológica.
Sin embargo hoy en día pensamos que subsisten “ideas rutinarias” en la clínica psicoanalítica que constituyen obstáculos que a veces pasan desapercibidos y tiñen el proceso terapéutico y el desarrollo de la disciplina. Este planteo se basa en la secuencia lógica que se inicia en la mente del analista, más allá de la contratransferencia, y que implica supuestos que influyen en sus actitudes que -de acuerdo a lo que pensamos- son tan definitorias para la evolución clínica como la patología del paciente. Entendemos entonces –sin intentar ser exhaustivos- que existen cuatro grupos de prejuicios sobre los que conviene reflexionar.

3. Los cuatro prejuicios fundamentales

3.1 Prejuicios deterministas o el horror a la novedad
Constituyen el tipo de creencias que sostienen que lo que sucedió es lo que va a suceder si no interviene el psicoanálisis. En realidad el capital descubrimiento freudiano de la sexualidad infantil y los desarrollos sobre las experiencias tempranas, y en especial la noción teórica de repetición configuran en la mente del analista una actitud que hace depender el cambio psíquico casi exclusivamente de la actividad interpretativa. En este sentido hay una larga historia de minimización y escepticismo acerca de las mejorías que pueden producirse en un paciente si estas no son producto exclusivo de la secuencia interpretación-elaboración. Por lo general en el dominio de este prejuicio se encuentra la idea rutinaria de que el cambio depende solo de la intervención psicoanalítica desvalorizando el valor terapéutico de ciertas experiencias vitales o de otros recursos terapéuticos médicos o sociales. En este sentido la clínica psicoanalítica queda autolimitada para comprender por ejemplo el fenómeno de la resiliencia definida como la capacidad humana de enfrentar, sobreponerse y ser fortalecido o transformado por experiencias de adversidad ( Grotberg,2001 ). Se trata de una noción que fue descripta inicialmente en niños que han tenido desarrollos adaptativos exitosos pese a condiciones de contexto muy adversas que predecían lo contrario. Sus historias –como las de muchos otros que han atravesado situaciones límite- son claramente contraintuitivas y estimulantes de la curiosidad científica. Del mismo modo –y como parte ahora de la cotidianeidad clínica- es de observar en diversos pacientes, cambios significativos a partir tanto de circunstancias vitales inesperadas como de intervenciones o actividades fuera del campo analítico (grupos, cursos, lecturas, vínculos). Sin embargo muchas veces la valoración del analista de estas circunstancias o de los recursos fuera de su dominio, es escasa y muchas veces rechazada. Existe en la mente del analista una idealización de su propio saber correlativo a una suerte de “horror a la novedad” extra-analítica. Esta idealización porta a su vez el germen de lo que en el futuro puede convertirse en decepciones acerca del valor del instrumento analítico.
Un ejemplo ilustrativo es el de la paciente D. que consulta por una larga historia de rupturas de pareja que la hacen sentir siempre abandonada. Después de tres años de tratamiento conoce a través de Internet a un hombre que vive en una ciudad europea. Establece paulatinamente una relación que culmina con un pedido de él para que ella viaje a Europa para conocerse. La analista interpreta el viaje como “más de lo mismo”. El clima transferencial se torna moderadamente negativo, la paciente viaja, deja el análisis y la analista lo siente como un fracaso dado “que no pudo frenarla en su acting”. Tres meses después recibe un llamado de la ex –paciente que le comenta que consiguió trabajo en esa ciudad en la que va a establecerse y que planea casarse.

3.2 Prejuicios de hermetismo o el horror al número

Se trata de ciertas ideas rutinarias que existen en la mente de los analistas acerca de que lo que sucede dentro del tratamiento que se denomina psicoanalítico es inobservable e inevaluable por un observador externo Por lo general la idea –justificada- de que cada caso es único, cuando se convierte en una idea rutinaria obliga a a pensar que lo que se produce en el marco terapéutico es un hecho artístico que no se podría formalizar en una serie. Esto constituye un serio problema no tanto para el psicoanálisis I sino para el psicoanálisis III y sus derivaciones sobre el psicoanálisis II ¿Por què?. Porque la defensa acérrima de estas ideas autoexcluye al psicoanálisis de las disciplinas científicas pero también de los abordajes terapéuticos que exigen determinada efectividad. Roger Perron (1999) en su reseña sobre la posición de los psicoanalistas de habla francesa acerca de la investigación en psicoanálisis, plantea que “el abordaje clínico es el único que puede ser usado, y que cualquier intento de someter los datos de las sesiones a los criterios de las ‘ciencias duras’ y tratarlos luego por técnicas derivadas, puede destruir el objeto mismo de la investigación”. De este modo se fortalece la idea de un arte terapéutico que puede comprenderse en su práctica clínica pero que no produce conocimiento para el psicoanálisis III. Así es que Peter Fonagy (1999) señala que “lo que es frustrante es que los psicoanalistas han tendido a aceptar el argumento de que la complejidad impide una definición inequívoca y es una razón adecuada para rara vez intentar operacionalizar sus conceptos y frecuentemente adherir a la ambigüedad como principio”. De este modo inclusive la investigación clínica on line –propia del psicoanálisis I- queda limitada en sus alcances y la investigación off line es directamente anatematizada en una suerte de “horror al número” es decir a cualquier procesamiento sistemático.
Un ejemplo de este problema se produjo en una discusión entre colegas acerca de la presentación de un proyecto de asistencia psicoanalítica para una institución médica. Uno de ellos –en el marco de la discusión- sugiere que a los pacientes que inician tratamiento se les evalúe sus síntomas depresivos con alguna escala o cuestionario para comparar esos datos al cabo de un año e inclusive presentarles a los médicos ciertos resultados. La propuesta es rechazada “porque esa no es la función de ellos como psicoanalistas y porque un ‘posicionamiento melancólico’ no es medible”.

3.3 Prejuicios solipsistas o el horror a lo biológico

Consiste en la certeza de que lo que le sucede a un paciente se explica solo por el psicoanálisis Aquí la clínica psicoanalítica ha tenido una evolución importante en los últimos 40 años desde el rechazo a priori de las explicaciones de otras disciplinas para determinados hechos clínicos hasta la tendencia actual más interdisciplinaria y de trabajo teórico-clínico sobre problemas comunes
El prejuicio solipsista se expresa en un aislacionismo autosuficiente que encuentra su justificación histórica en la necesidad de autopreservarse y fortalecer el movimiento psicoanalítico. En algunos momentos se ha manifestado como temor y en otros como arrogancia, pero en todos los casos la influencia de este prejuicio en la clínica psicoanalítica implica el rechazo a la intervención de otras disciplinas. Fonagy (1991) plantea claramente la existencia de obstáculos a la integración tanto con las neurociencias como con otras corrientes de la psicología. Así es que refiriéndose a las disciplinas neurobiológicas señala que “[…] la respuesta ha sido defensiva más que de bienvenida a estos notables avances del conocimiento”. Este prejuicio –cuya caricatura sería la del “horror a lo biológico”- se puede manifestar en la clínica cotidiana desde el rechazo a priori de una intervención psicofarmacológica hasta la omisión de pensar en condiciones patógenas definidas y explicativas de ciertas manifestaciones de un paciente. Hoy en día inclusive ciertas malapraxis pueden vincularse con prejuicios solipsistas. Un ejemplo puede ser el de la paciente S. que pasa por dos tratamientos psicoanalíticos presentando fuertes síntomas de insomnio que son vinculados a su insatisfacción conyugal y peleas permanentes con su hija adolescente analizados desde la rivalidad edípica. Si bien estas cuestiones eran parte de su problemática su sintomatología disminuye cuando se diagnostica y se trata su consumo permanente de anorexígenos durante los dos tratamientos.

3.4 Prejuicios de uniformidad o el horror a la ayuda

Se trata aquí de entender las “ideas rutinarias” que afirman que lo que sucedió y lo que sucede se trata profundamente de un solo y único modo que se denomina técnica psicoanalítica. Ya Thomä y Kächele (1989) plantearon que la utilidad de las intervenciones terapéuticas se evalúa por el cambio en el paciente; si este cambio no se produce las intervenciones deben ser cambiadas. Aquí el problema fundamental es determinar si existe una única técnica psicoanalítica a partir de la confusión –estudiada desde distintas perspectivas- entre método y técnica. No es ocioso recordar que Freud en 1918 escribe que “las variadas formas de enfermedad que tratamos no pueden tramitarse todas mediante una única técnica”. Tal vez en este punto es donde mas se ha puesto en evidencia la definición de prejuicio como aquello que “cohíbe obrar con libertad”. Así es que en la historia del psicoanálisis rioplatense sucedió a veces que un material clínico en el que no existían interpretaciones transferenciales no era considerado psicoanalítico. Son este tipo de prejuicios los que generan históricamente problemas identitarios y brechas insatisfactorias entre teoría y clínica . Por eso conviene remarcar que la clínica psicoanalítica es el nombre dado a la actividad que realizan los psicoanalistas clínicos quienes por definición practican el psicoanálisis II o psicoterapia psicoanalítica en sus diversas modalidades técnicas Esta forma de psicoterapia es comparable en su proceso y sus resultados con otras formas de psicoterapia como la cognitiva, la conductual o la sistémica, pero estrictamente no puede ser comparada con el psicoanálisis1 porque este es un método de investigación que la origina y no un método terapéutico que por definición incluye una variada tecnología apropiada a cada caso y situación ( Jimenez,1993). Esto quiere decir que frente a un paciente lo que hace un psicoanalista es psicoanálisis II o psicoterapia psicoanalítica. Sin embargo ciertas ideas rutinarias consisten en establecer a priori supuestas diferencias a partir por ejemplo de la frecuencia de sesiones. Es así que en la jerga cuando a un paciente se lo trata una vez por semana se dice que se hace “psicoterapia” y si fuera tres o más se dice “que se analiza” atribuyéndole rutinariamente profundidad al segundo caso.
En realidad este prejuicio de uniformidad suele estar asociado a lo que hemos denominado “horror a la ayuda” para el que se combinan una precaria concepción de la noción de neutralidad y una pobre idea de lo que significa apoyo. Una colega de mucha experiencia escuchaba atentamente el relato de un colega de menor experiencia que describía el caso de una paciente suya que había sufrido una pérdida afectiva importante y que se sentía desconsolada y no quería continuar su tratamiento. Su sugerencia fue: “no podés hacer nada por ella; por eso dale apoyo, contenerla, nada más…” (La cursiva es nuestra). La preocupación de ambos partía de la suposición latente que la actividad clínica consiste en interpretar o…nada.

Reflexiones Finales: solo hay futuro en la disciplina
“Estoy convencido de mi opinión, pero se que el
convencimiento subjetivo no es una demostración de peso
acerca de la corrección de una opinión
Ángel Garma. Carta Nº8 a Otto Fenichel, Setiembre de 1941

“… es menos importante exhibir nuestras convicciones y
transmitir nuestro conocimiento, que mostrar como, a la
luz de la actual experiencia y práctica, estamos
cuestionando nuestras convicciones y conocimientos.”

Daniel Widlocher, 42ª Congreso Asociación
Psicoanalítica Internacional, Niza, 22-27 de Julio ,2001

Es muy probable –como lo demuestran distintos estudios en la historia del psicoanálisis- que haya habido mesianismo y adoctrinamiento en Freud y sus discípulos. Así también ha sido en nuestro medio en sus orígenes como hecho propio de pioneros convencidos y convincentes que deseaban desarrollar y difundir los nuevos conocimientos Aún dejando de lado las deformaciones más ostensibles que padeció la clínica psicoanalítica en estos últimos cuarenta años (autoritarismos, descalificaciones, sectas, exclusiones, etc) conviene reflexionar sobre una cuestión más estructural, es decir el necesario pasaje del psicoanálisis de autor al psicoanálisis de problemas . No cabe duda de la importancia de conocer la obra de los grandes investigadores y autores psicoanalíticos. Inclusive no cabe duda de la riqueza teórica que adquiere la clínica cuando es referenciada en tal o cual autor. Pero este indudable beneficio debe ser diferenciado de los “ismos” y de los “anos” más propios de la filosofía, y también de ciertas exégesis dadoras de autoridad y propiedad. El panorama cambia cuando lo que se plantean son problemas a resolver y entre ellos tal vez el más importante es el del valor terapéutico del psicoanálisis. Es sabido que en este nivel todas las formas de psicoterapia incluyen un aspecto artístico irreductible como también sucede en la medicina clínica. En este sentido es precisa la metáfora de Moser (1992) cuando alude a que la tarea psicoanalítica será fructífera “si dos mariposas -arte y ciencia- están sentadas sobre nuestra cabeza al mismo tiempo.”
Pero el problema principal que se plantea en este trabajo es otro y debe ser formulado sin eufemismos: se trata de la infiltración religiosa. En el segundo capítulo del Malestar en la Cultura Freud realiza la famosa cita de Goethe acerca de la importancia de “poseer ciencia y arte” para que no se torne obligatorio “tener religión” Todos los tipos de prejuicios descriptos tienen en común una base de aquella índole que a veces resulta evidente y otras veces queda -riesgosamente- oculta . Así es que cierto determinismo se basa en la idea de un destino prefijado del que solo el sujeto puede redimirse a través de un doloroso proceso que se llamaría psicoanálisis. Asimismo parece claro que las revelaciones obtenidas en este proceso solo pueden ser experimentadas pero no son pasibles de ser evaluadas, y que solo se explican desde adentro mismo del proceso. Y además el componente religioso tal vez más deletéreo es el de obediencia a determinadas reglas de la tradición que brindarían identidad y pertenencia
En la figura 1 puede observarse como la triple definición freudiana del psicoanálisis puede ubicarse en principio en su relación con otras disciplinas científicas (III), con las que espera compartir sus avances, y con otras psicoterapias (II), con las que compite en su valor terapéutico. El óvalo central representa el campo del psicoanálisis abarcado por la triple definición, en interrelación con los otros campos. La presencia genérica del arte en la base implica que -aunque no sea el propósito freudiano- el psicoanálisis podría ser una disciplina artística y esto si bien es discutible es legítimo en su formulación. Pero el verdadero riesgo viene “de arriba”como muestra metafóricamente el gráfico: la religión que porta el “movimiento” que contamina aún hoy en día con su carga de prejuicios a los tres psicoanálisis.

PD, PS, PH y PU: Prejuicios: Determinista, Solipsista, Hermetismo y Uniformidad.
I: Psicoanálisis método de investigación, II Psicoanálisis método terapéutico, III Psicoanálisis disciplina científica

Y cuando decimos “movimiento” nos referimos a cualquier corriente que se auto adjudique ser el “verdadero” psicoanálisis y cuya actividad sea más propia de misioneros o apóstoles que de científicos y/o trabajadores de la salud mental. Una manera de diagnosticar este problema es cuando se percibe demasiada preocupación en la clínica por la “identidad” psicoanalítica: allí es donde el “cirujano de almas” se aliena en el brillo de su bisturí y no repara en la sangre del enfermo Es natural que haya existido un comienzo adoctrinador pero hoy en día la clínica psicoanalítica necesita que el movimiento devenga en disciplina. De allí que además de los recursos intrínsecos de la formación psicoanalítica (análisis personal, supervisión) es fundamental el desarrollo de una actitud de investigación sistemática y de reflexión crítica De este modo es posible que la clínica se desprejuicie a partir de la curiosidad (hacer preguntas), la contrastación (poner a prueba) y la creatividad para mejorar los procedimientos terapéuticos. De este modo también es probable que se fortalezca rigurosamente la disciplina por el conocimiento producido, y adquiera la seguridad -que tanto le preocupaba a Freud en 1917- que permita afirmar, sin prejuicios, que en los problemas más trascendentes no estaba equivocado.-

RESUMEN

En este trabajo se plantea la necesidad de estudiar la evolución de la clínica psicoanalítica en estos últimos cuarenta años teniendo en cuenta una diferenciación entre movimiento y disciplina psicoanalítica. El movimiento como tal fue necesario en los orígenes pero constituye el objeto central de críticas como las de Webster quien le atribuye errores a los descubrimientos freudianos al adjudicarles infiltración religiosa característica de los movimientos. Se plantea que esto se expresa en prejuicios definidos no solo como juicios antes del conocimiento sino también como ideas rutinarias que cohíben la libertad de obrar. Se sostiene en este trabajo que existirían cuatro conjuntos de prejuicios en la mente del analista que podrían estar vinculados con aquella infiltración: el prejuicio determinista, el solipsista, el de hermetismo y el de uniformidad. Corresponden al “horror” a la novedad, al número, a lo biológico y a la ayuda respectivamente e influyen en la clínica psicoanalítica. Se presenta una muy breve ilustración clínica de cada uno y un gráfico general que resume la problemática entre los tres psicoanálisis (método de investigación, método terapéutico, disciplina científica) el arte, la ciencia, las otras psicoterapias y la religión. Se concluye en la necesidad de que el movimiento devenga en disciplina y de este modo sea posible que la clínica se desprejuicie a partir de la curiosidad, la contrastación y la creatividad para mejorar los procedimientos terapéuticos.-

PALABRAS CLAVE

Prejuicios y mente del analista – Movimiento y disciplina – Ciencia y religión – Arte y psicoterapia

BIBLIOGRAFÍA
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(1922) “Psicoanálisis y la libido. Dos artículos de Enciclopedia”, B.N., III
(1930) El malestar en la cultura. B.N., III
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