PROBLEMÁTICA EN EL ANÁLISIS DE NIÑOS Y ADOLESCENTES

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PROBLEMÁTICA EN EL ANÁLISIS DE NIÑOS Y ADOLESCENTES

Problemática en el análisis de niños y adolescentes.
A partir de una larga trayectoria nuestra en el análisis de niños y adolescentes, nos surgió como interrogante una problemática a resolver en esta especialidad, la que queremos compartir con nuestros colegas y discutir sobre ella. Se trata de . ¿Porqué hay tan pocos psicoanalistas de niños y adolescentes?. A pesar que dos psicoanalistas argentinas, Arminda Aberasturi y Betty Garma, dieron algunas respuestas a esta pregunta, hace bastante tiempo, nos llama la atención que, a pesar de los desarrollos en la teoría y en la técnica, en los psicoanalistas no se haya revertido esta dificultad vocacional, mas aún parece haberse incrementado.
El descubrimiento del Psicoanálisis por Freud, marcó un cambio en la cultura, el paciente pasó a ser un ser Humano, con un origen, había nacido Niño y la investigación de la infancia podía dar cuenta de la psicopatología.
Freud observó y extrajo conclusiones de varios niños y adolescentes y dejó campo abierto para que lo investigaran. Así surgen dos grandes pioneras: Melanie Klein y Ana Freud quienes hicieron importantes aportes que nos llevan a comprender mejor a la psiquis.
Son muchos los psicoanalistas que las siguen con significativos desarrollos, tema para otro trabajo. Connotamos que los descubrimientos sobre la psiquis del niño, realizados por Melanie Klein, fueron revolucionarios en la comprensión delmundo interno y del funcionamiento mental, conocimientos que a su vez abrieron investigaciones en patologías de adultos, que hasta ese momento parecían no abordables.

Si estos conocimientos aportaron tantos beneficios que se aplican en la prevención en niños, luego aplicados en adolescentes, ¿Porqué no se desarrolló el psicoanálisis en niños y adolescentes del mismo modo que en el adulto?
Para ampliar los datos de nuestra propia experiencia, se nos ocurrió solicitar la opinión de colegas de la S.P.M., a través de las siguientes preguntas:
1- ¿Qué piensa ud. del psicoanálisis de niños y adolescentes?
2- ¿Cuál es la causa que incide para que haya pocos analistas en esta especialidad?
3- Ud., ¿Tiene experiencia con estos pacientes? Ya sea Sí o No, ¿Puede dar alguna razón?
De las conclusiones de las mismas y de la lectura de algunos trabajos psicoanalíticos, que toman esta temática, observamos algunas coincidencias:
– Que el psicoanalista recién iniciado, muchas veces trabaja con esta población etaria y después de algunos años abandona esta tarea y continúa solo con adultos. (No se observa la situación inversa).
– Entre las causas que aducen: dificultad para formarse en esta especialidad y como consecuencia inseguridad para ejercerla, cansancio, dificultades con los padres de los pacientes.
– Escasa valorización de la especialidad de los psicoanalistas en general.
El propósito de este trabajo es traspasar las motivaciones concientes y preguntarnos acerca de las probables causas inconcientes que motivan el desinterés por esta área.
Si partimos de la idea de que el psicoanalista de niños y adolescentes debe poseer vocación para ejercerla, pensamos que ésta estaría estrechamente relacionada con el grado de madurez emocional alcanzada por el mismo, o sea que internamente sus objetos internos estuviesen suficientemente reparados y funcionara fundamentalmente en identificación introyectiva con la pareja combinada en coito creativo. (Meltzer). Esta reparación y estos mecanismos, solo empiezan a funcionar si evoluciona la situación edípica.
Por tanto, el estado mental óptimo con el que se puede enfrentar la tarea analítica con niños y adolescentes es el de la adultez, entendiendo por ello, a la cualidad emocional de responsabilidad por la crianza, en función “reverie”, recibiendo las identificaciones proyectivas para devolverlas metabolizadas.
Es por esto que nos preguntamos, si estos pacientes movilizan la necesidad de contener y responder de esta manera, para lo cual el analista no está lo suficientemente desarrollado. Situación que puede dar lugar a la negación: “a mí no me gusta”, a la huída: “no tengo tiempo”, al cansancio, a la disociación: “no se, porque nunca me he dedicado”.
En muchos casos el analista elige trabajar con estos pacientes, con la motivación inconciente de reparar sus propios objetos internos, sentidos como dañados ya que no han sido lo suficientemente reparados en sus propios análisis personales. Este estado mental del analista puede que impida el desarrollo del proceso terapéutico y éste se convierta en un seudo-análisis. Es posible, que a través de su contratransferencia, coloque en el paciente los aspectos infantiles inmaduros de su propio self, estando, entonces, proclive a la contraidentificación proyectiva.
A estos conceptos, añadamos situaciones complejas a las que no enfrentamos diariamente en esta tarea. Nos referimos, por ejemplo, a la transferencia infantil y a la contratransferncia del analista. La primera porque está condicionada por la dependencia a los padres y la segunda porque tiene que contener, no solo este tipo de transferencia condicionada, sino también la de los padres hacia él y hacia el hijo, que ahora ha establecido una relación intensa con el analista. Cuando éste no logra manejar este entrecruzamiento, se frustra la posibilidad del análisis. Por ejemplo: los celos, los sentimientos de exclusión que experimentan los padres, la no tolerancia de transferencia negativa de parte de ellos, puede determinar la interrupción del tratamiento.
Creemos que estas interrupciones mellan al psicoanalista, le movilizan experiencias emocionales de impotencia al no poder continuar algo que hipotéticamente podría haber sido posible.. Es una gran frustración desandar la emocionalidad de la contratransferencia, cuando él se dispuso a trabajar con el paciente niño o adolescente , estableció un vínculo que se interrumpe por causas ajenas a la relación analítica.
Es cierto que no se ha investigado adecuadamente la forma de intervenir con los padres en esta transferencia y contratransferencia, entre ellos y el analista del hijo. Los padres muchoas veces realizan preguntas directas cuya motivación cabalga sobre la intrusividad y su respuesta no los satisfacerá, lo que incentiva la idea de que el analista le roba la intimidad del hijo.
Entre los padres y el niño se entabla una situación edípica que compromete sentimientos tales como: exclusión, celos, envidia, competencia, rivalidad, porque el hijo mejora, o porque sienten que ellos fracasaron y el analista lo comprendió, etc.
Todos estos sentimientos y muchos más se movilizaránen esta especialidad. ¿Cómo contener la admiración e idealización del analista por parte del paciente y de los padres mismos?. Se conoce el desenlace de esos períodos, a los cuales suelen seguir otros de transferencia negativa. ¿Cómo contener a una madre competitiva que quiere información por teléfono?.
Es necesario por parte del analista una especial habilidad, captación y conocimiento teórico sobre el funcionamiento grupal, familiar y de pareja para que acceda a tolerar estas situaciones. Pero por sobre todo es necesario que posea una resolución edípica suficiente, que le permita afrontar que los padres lo sientan como un extraño, que se ha introducido en el grupo familiar, a través del paciente. Que pueda comprender el dolor del narcisismo herido de los padres, quienes sienten que al consultar ponen en evidencia el fracaso de la crianza.
También hemos observado que cuando el paciente mejora, a veces se desestabiliza el grupo familiar, sobre todo en los casos en que el paciente oficiaba de depositario de las identificaciones proyectivas de los integrantes del mismo. Otra causa posible de interrupción.
Podríamos preguntarnos si la frustración que produce la interrupción de un trabajo que evoluciona favorablemente lesiona la continencia del especialista.
En el libro: “Clínica Psicoanalítica con niños y adultos”, Meltzer dice, en una supervisión, de un niño llamado Victor, refiriéndose a la terapeuta:”Es una sesión realmente muy bonita. Es una verdadera descripción de la ética con la que los adultos tratan a los niños…”
¿Qué tiene de bello lo ético?. En el caso de la supervisión descripta, sería la belleza de cómo el paciente refiere sus sentimientos acerca de lo que él cree de los adultos, que es que solo les interesa hacer bebés y después cuando los bebés crecen los dejan caer. Pero entendemos, que también se refiere a la belleza de la comprensión, que es un estado al que pudo llegar la terapeuta, gracias a su funcionamiento”reverie”, lo pudo observar, retenerlo, elaborarlo y comunicarlo.
¿Será este requisito el que agota no solo a los analistas de niños, sino a las madres, a las maestras, etc. etc.?.
Pareciera que esta necesidad del niño y adolescente, sumado a las características de su transferencia, en cuanto a inmediatez, impulsividad, etc, impacta muy profundamente al analista que no está suficientemente provisto.
Es que se movilizan ansiedades muy primitivas relacionadas con las bases introyectivas perverso-polimorfas de la adultez de cada uno de los analistas. Por ejemplo la envidia, la voracidad, el sadismo no resuelto. Algunos analistas, salvan situaciones transferenciales-contratransferenciales, por un tiempo, adoptando maníacamente, actitudes “cancheras”con el adolescente con el propósito de aparecer no restrictivo como los padres, actuando así, la rivalidad edípica con sus padres internos. El polimorfismo de estos pacientes, muchas veces es difícil de contener, por ejemplo: el egocentrismo, el narcisismo, los conflictos intrapsíquicos mas directos, no están tan mediatizados por mecanismos defensivos como lo hace el adulto.
Podríamos seguir enumerando dificultades para trabajar en esta especialidad, pero de este trabajo, queremos rescatar que se trata de una tarea que implica la prevención de la cristalización de psicopatologías, que en la adultez son mas difíciles de tratar. Además y fundamentalmente que alivia el dolor mental de numerosos niños que sufren. Y que mejorando estas ansiedades el grupo familiar logra un tipo de vida más saludable.
Como conclusión, hemos desarrollado algunas ideas con respecto a las dificultades, que creemos pueden presentarse en el analista que se dedica a esta tarea. Muchas de ellas se transforman en evitación, sin darnos cuenta que soslayando la comprensión de esta problemática estamos perdiendo la posibilidad de ayudar a estos pacientes y a la vez nos perdemos de captar que son una fuente de enseñanza de mecanismos psíquicos que al conocerlos, nos da como resultado una mejor intervención con el paciente adulto.
Como dijimos al comienzo dejamos abierta la discusión a las ideas que deseen aportar al respecto y sobre todo a ola recuperación y desarrollo de esta especialidad.

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